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¿Cuánta agua potable le queda al planeta?

El aumento de la población y la contaminación incrementan su degradación en los países en vías de desarrollo, poniendo en riesgo la pesca, la agricultura y la salud de las personas. Mientras que el cambio climático intensifica las sequ

¿Cuánta agua potable le queda al planeta?

(Viernes 19/05/2023).- Todo el suministro del mundo cabe en el mapa de Estados Unidos, y, de él, solo el 1% es accesible para el consumo humano. El aumento de la población y la contaminación incrementan su degradación en los países en vías de desarrollo, poniendo en riesgo la pesca, la agricultura y la salud de las personas. Mientras que el cambio climático intensifica las sequías. 

Tres esferas azules que caben en el mapa de Estados Unidos y se ven diminutas en la inmensidad del globo terráqueo muestran gráficamente cómo el volumen total de agua es minúsculo en comparación con el del planeta. Incluso los océanos representan solo “una delgada superficie” de H2O. 

Según esta ilustración, que forma parte del monográfico ‘¿Cuánta agua hay en la Tierra?’, publicado en 2019 por la Escuela de Ciencias del Agua del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS por sus siglas en inglés), la burbuja más grande tendría unos 1.385 kilómetros de diámetro –”La distancia entre Salt Lake City, Utah, y Topeka, Kansas”, compara el texto divulgativo– y unos 1.386.000.000 kilómetros cúbicos. En ella quedaría incluida “toda el agua de los océanos, los casquetes polares, ríos, lagos, aguas subterráneas, la atmosférica e incluso la que hay en ti, en tu perro y en tu planta de tomate”, añade. 

La esfera mediana engloba toda el agua dulce líquida: 272,8 kilómetros de diámetro y 10.633.450 kilómetros cúbicos entre lagos, ríos, agua pantanosa y subterránea; esta última suma el 99% del total, y en gran parte no es accesible para los humanos. Mientras que la más pequeña es la del agua dulce superficial (lagos y ríos), el principal suministro para la vida, con un volumen aproximado de 93.113 kilómetros cúbicos y unos 56,2 kilómetros de diámetro, según describen los científicos.

Un 96,5% de la masa hídrica existente es salada. Del 3,5% restante, dulce, más del del 60% se encuentra en forma de hielo, en los polos y en los glaciares, y otro 30%, bajo tierra; solo un 1% del total está disponible para el consumo de las personas y de los ecosistemas, según recogen, con alguna variación en los porcentajes, organismos como el USGS y libros como Water in Crisis: A Guide to the World’s Fresh Water Resources, de 1993. Alberto Garrido, director del Observatorio del Agua de la Fundación Botín y catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid, apela a estos datos para concienciar sobre la escasez de un bien indispensable para la vida.

El estado de conservación de este líquido vital ha mejorado en el mundo desarrollado (como demuestra Europa, pese a todos sus problemas), pero ha empeorado en los países en vías de desarrollo, “a medida que la población urbana y el consumo aumentan, y los volúmenes de los caudales residuales no tratados se expanden”, según denunciaba, ya en 2016, UNEP, Programa para el Medio Ambiente de la ONU, en su informe ‘A Snapshot of the World’s Water Quality: Towards a global assessment’. 

SOLUCIONES INTELIGENTES PARA LA GESTIÓN HÍDRICA

Según el informe de UNEP, en América Latina, África y Asia, la contaminación patógena severa ya afecta a cerca de un tercio de todos los tramos de río; la contaminación orgánica severa, a cerca de un séptimo de todos los tramos de río; la contaminación salina severa y moderada, a cerca de un décimo de todos los tramos de río. Está en riesgo la pesca, la agricultura y la salud de las personas, según alerta.

“La solución, desde nuestra perspectiva, no pasa por aumentar los recursos existentes, sino en hacer una gestión más eficiente de los que tenemos. ¿Cómo? Impulsando el empleo de agua regenerada para usos no relacionados con el consumo humano (industria, riego, baldeo de calles), optimizando al máximo la red de distribución para minimizar las pérdidas o sensibilizando a la ciudadanía sobre la necesidad de hacer un uso responsable del recurso”, abogan desde el Canal de Isabel II.

Las urbes están trabajando en el desarrollo de Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS) que buscan una mayor resiliencia frente a las consecuencias del cambio climático. Crédito: Christopher Furlong/Getty ImagesLas urbes están trabajando en el desarrollo de Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS) que buscan una mayor resiliencia frente a las consecuencias del cambio climático. Crédito: Christopher Furlong/Getty Images

Garrido, por su parte, recomienda “implementar sistemas inteligentes de gestión de redes y almacenamiento, y aumentar la eficiencia en los usos urbanos, industriales, agrícolas y ganaderos, y la de los aparatos que usan agua”. Aboga por incrementar la capacidad de desalación, la depuración y la regeneración de las aguas residuales, así como su reutilización; y acompañarlo de una gestión estratégica de los recursos subterráneos, conjuntamente con los superficiales”. 

La OCDE recuerda que la agricultura se ‘bebe’ el 70% del agua disponible. Coordinar la escasez con los ajustes en las dotaciones de los regantes de manera preventiva (y anticipando los ciclos de escasez), y reducir las dotaciones de los regantes, donde sea posible, estimulando el cambio de cultivos y mejorando la eficiencia técnica del riego son otras de las recetas de Garrido, que han de complementarse, en su opinión, con medidas para mejorar “el estado ecológico de las masas de agua y el estado químico y cuantitativo de las masas de aguas subterráneas”.

Existen innovaciones que intentan resolver derivaciones del problema, como los recolectores de niebla de Aqualonis o el inodoro de nano-membrana desarrollado por la Universidad de Cranfield para tratar los desechos humanos sin energía ni agua externa, y que ha ganado el concurso ‘Reinventando el Inodoro‘ de la Fundación Bill y Melinda Gates. 

LA AMENAZA DE LA CRISIS DEL AGUA

Cada vez más urbes, como por ejemplo Vancouver, están trabajando en el desarrollo de Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS), cercanos al movimiento ‘Slow Water‘ y a la idea de ciudades esponja acuñada por el paisajista chino Yu Kongjian. Buscan una mayor resiliencia frente a las consecuencias del cambio climático no con infraestructuras grises –léase presas, canalizaciones, tuberías– sino quitando asfalto y dejando más espacio a la tierra, que se empapa, absorbe y ayuda a regenerar los acuíferos y a suavizar las correntías.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) subraya que la región, que alberga casi un tercio de los recursos mundiales, presenta altos niveles de estrés hídrico en ciudades y cultivos, y un limitado acceso al agua potable: “166 millones de personas aún no cuentan con un servicio gestionado de forma segura, menos del 50% de aguas residuales son tratadas de forma adecuada y el 43% de los países reporta niveles bajos en la gestión integrada de recursos hídricos”. 

Unos 2.000 millones de personas no tienen acceso a agua potable, según la nueva edición del informe sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo, lanzada antes de la Conferencia de la ONU sobre el Agua 2023  “Con las tasas actuales, solo el 37% de la población de países subsaharianos dispondrán de agua segura para 2030”, advierte.

El estudio prevé que la población urbana mundial con sed se duplique potencialmente de los 930 millones en 2016 a entre 1.700 y 2.400 millones de personas en 2050. La creciente incidencia de sequías extremas y prolongadas, consecuencia del cambio climático, provocará “una crisis global” si no se toman medidas, como advertía, en su presentación, su editor jefe, Richard Connor.

Por esta línea, un artículo en la revista Nature muestra cómo el mundo se enfrenta a una crisis del agua en cuatro potentes gráficos: sobre saneamiento, sobre África como gran olvidada, sobre la intensificación de las sequías y sobre contaminación fecal. La ONU insiste en que el cambio climático es, principalmente, una crisis del agua. “Sentimos sus impactos a través del empeoramiento de las inundaciones, el aumento del nivel del mar, la reducción de los campos de hielo, los incendios forestales y las sequías”, precisa.

Fuente: OpenMind 

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