Apurímac 3/12/2024.- El "polito blanco" no es nuevo en los terrenos accidentados de la política, se vende al mejor postor, pero hay algo particularmente irritante en este grupo de "sabiondos" que se aprovechan la humildad y el descontento popular para sembrar el caos con la precisión de un cirujano y la ética de un carterista.
El último episodio, digno de un sainete barato allá por el 2018, tiene como protagonista a esos profetas de la confusión que, con discursos calculadamente inflamatorios, intentaron cargarme la culpa de un hospital inconcluso en Andahuaylas. Una obra que, según los archivos de su imaginación, habría sido saboteada en algún oscuro rincón de la burocracia.
Claro, omiten mencionar que el verdadero problema no era un complot maquiavélico, sino la distribución inequitativa del presupuesto regional que tuvo a Abancay y Andahuaylas en una disputa territorial que parecía más un capítulo de "Game of Thrones" que un ejemplo de gobernanza, quedando ésta como una anécdota.
Pero no, los del polito blanco no están interesados en la verdad. Lo suyo es la caricatura, el trazo grueso, el "progresista malo" contra el "iluminado técnico", como si los tecnócratas tuvieran algún derecho divino sobre las necesidades de un pueblo que lleva décadas siendo el segundo plato en el banquete del desarrollo. No importa que se buscara articular soluciones concretas, sino discursos de marketing electoral. Lo relevante, para ellos, es construir un enemigo, aunque sea de cartón, para justificar su propia ineptitud.
Y ahora, como si la historia no fuera suficientemente absurda, los mismos que criticaron la falta de un hospital en Andahuaylas se oponen a uno en Abancay. "Es que no hay presupuesto", argumentan con una solemnidad que ni ellos mismos creen. ¿Dónde está el compromiso con la salud pública, con la equidad? Se desvanece en el aire junto con sus promesas de campaña y sus "consultorías técnicas".
Estos personajes, que se presentan como los guardianes de la transparencia, se han convertido en maestros de la mediocridad. Usan la indignación ciudadana como un arma, pero no para cambiar el sistema, sino para proteger sus pequeños feudos de poder. No quieren hospitales, ni en Andahuaylas ni en Abancay, porque un pueblo con salud es un pueblo que piensa, y eso es un riesgo para quienes se sienten cómodos en el pantano de la desinformación.
Lo triste de este panorama es que, mientras ellos juegan a su política de salones, la gente sigue esperando un hospital, una carretera, un maestro que no falte. Los del polito blanco podrán seguir ensayando su discurso, pero no hay truco de retórica que maquille la realidad: su mediocridad es tan evidente como sus intenciones.
Tal vez, lo único que podamos hacer frente a esta tragicomedia sea recordarle al pueblo que no se necesita un polito blanco para reconocer la mentira. Basta con mirar la historia y seguir el rastro de los hechos. Porque si algo queda claro es que estos personajes no necesitan un hospital; lo que necesitan es un espejo, aunque lo más probable es que tampoco soporten lo que refleje.
Aquí hay una exigencia clara, gobernador: deje el micrófono, apague el espectáculo y salga a caminar por los barrios, por los mercados, por esas calles donde la gente no necesita discursos, sino hechos. Reúnase con las organizaciones sociales, con los comerciantes, con los vecinos. Explíqueles de frente —no desde un podio, sino cara a cara— por qué primero se construirá un hospital de contingencia en Tamburco y concluido éste, continuar el proyecto del Hospital I-3 de Apurímac. Porque el pueblo no necesita cuentos, sino documentos que demuestren que hay presupuesto, que se han hecho los estudios, que las obras tienen una planificación real.
No estamos aquí para pedir milagros. Estamos exigiendo algo tan básico como el cumplimiento de su responsabilidad. Si tiene los papeles que respaldan estas decisiones, muéstrelos. Que las cifras y los cronogramas hablen por usted. Porque ya estamos cansados de gobernantes que confunden el cargo con un escenario y las palabras con aplausos fáciles.
Señor gobernador, el Apurímac que usted gobierna es tierra de gente que trabaja duro, que espera y que cumple. Lo menos que puede hacer es estar a la altura. Si su plan es empezar por el hospital de contingencia en Tamburco, explíquelo con argumentos, no con frases hechas. Si asegura que el presupuesto está garantizado, enséñelo. Pero sobre todo, deje de alimentar la polarización con un discurso que enciende más pasiones de las que apaga. Usted no está aquí para dividir, sino para construir.
Y no solo hospitales, sino también confianza. Porque en Apurímac ya no hay paciencia para los gobernantes que hablan más de lo que hacen. No queremos políticos de farándula, queremos líderes que den resultados. Así que elija: o empieza a gobernar con seriedad, o terminará siendo recordado como otro más que tuvo la oportunidad de cambiar algo y prefirió el show. (Por: Lenin Checco Chauca)