(Jueves 24/06/2021).- El origen del hombre, en la que aplicaba los principios descritos anteriormente en El origen de las especies a la evolución humana. El 22 de marzo de aquel año aparecÃa una famosa caricatura que encastraba la cabeza del propio cientÃfico sobre el cuerpo de un simio.
A ella la siguieron otras muchas, pero en España se habÃa adelantado en 1870 la etiqueta del AnÃs del Mono, una bebida hoy aún consumida, que retrata a un simio con cabeza humana —¿el propio Darwin?— mostrando un pliego en el que se lee: “Es el mejor. La ciencia lo dijo y yo no mientoâ€.
Y en realidad, no solo Darwin jamás propuso que los humanos descienden de los monos, sino que la misma idea es errónea. Por algún motivo, 150 años después, la obra del padre de la teorÃa de la evolución ha perdurado como una de las más incomprendidas de la historia de la ciencia.
Basta para ello con evocar otras ideas que popularmente se asocian a sus trabajos: los famosos pinzones de Darwin no inspiraron la teorÃa desarrollada en El origen de las especies; de hecho, ni siquiera aparecen mencionados en ella. Solo en libros posteriores el naturalista analizó en detalle las aves de las Galápagos, pero más los sinsontes que los pinzones.
Es más: a muchos les sorprenderá saber que el sustantivo “evolución†no aparece mencionado ni una sola vez en las primeras ediciones de El origen de las especies. Darwin hablaba simplemente de “variaciónâ€, y solo al final la palabra con la que se cierra el libro es el verbo “evolucionarâ€.
EL PARENTESCO ENTRE HUMANOS Y MONOS
Pero si la obra fundacional de su teorÃa causó un terremoto en la ciencia y en el pensamiento humano en general, con El origen del hombre Darwin se convirtió en el centro de debates y crÃticas. Y ello a pesar de que la propuesta de las relaciones evolutivas entre humanos y otros primates no era una novedad entonces. Una noción más o menos rudimentaria de la transmutación de unas especies en otras —evolución— existÃa al menos desde el filósofo griego Anaximandro, más de 500 años antes de Cristo, y a lo largo de los siglos posteriores a raÃz de la observación de los fósiles.
Pero en el siglo de Darwin, también se manejaba ya la idea del parentesco entre humanos y monos. Otros se adelantaron al naturalista en este vÃnculo, siendo Evidence as to Man’s Place in Nature (1863), de Thomas Henry Huxley , el primer libro cientÃfico que trataba en profundidad el problema de la evolución humana.
La obra de Huxley se adelantó en ocho años a la de Darwin, si bien en ella el autor no hacÃa sino aplicar al ser humano los principios descubiertos antes por su colega, extendiendo la idea que cerraba El origen de las especies según la cual múltiples formas de vida habÃan aparecido a partir de una o unas pocas. Su implicación en relación al ser humano, que en su volumen anterior Darwin habÃa dejado aparcada con la sugerencia de que “se arrojará luz sobre el origen del hombre y su historiaâ€, era sin embargo ya más que evidente.
AsÃ, El origen del hombre se consideró entonces una intervención tardÃa en este terreno, cuando el problema de la evolución humana ya era tema de amplia discusión. Pero tanto la obra de Huxley como la de Darwin dejaban claro cuál era el concepto: humanos y otros primates descendÃan de un “progenitor comúnâ€, de “alguna forma inferiorâ€, no los primeros de los segundos.
La confusión ha llegado hasta nuestros dÃas, llevando a muchas personas a creer que los simios como los chimpancés, orangutanes o gorilas son proyectos humanos frustrados, como especies que se quedaron a medias en su evolución —El planeta de los simios— y no progresaron más; una visión del todo equivocada, ya que tanto ellos como nosotros hemos recorrido caminos evolutivos de la misma duración, aunque divergentes.
Un estudio encontró que, de hecho, hay más genes que han pasado una selección natural positiva en el genoma del chimpancé que en el humano, por lo que técnicamente podrÃa decirse que ellos han evolucionado más.
LA FAMOSA MARCHA DEL PROGRESO
A este concepto erróneo del resto de los primates como humanos en fase de construcción ha contribuido un desafortunado dibujo mil veces repetido y que muestra a distintos homininos caminando en fila por detrás del ser humano.
La ilustración, llamada March of Progress o The Road to Homo sapiens, fue originalmente creada en 1965 para Life Nature Library por el artista Rudolph Zallinger, aunque tuvo sus precursores: el libro de Huxley incluÃa un dibujo de los esqueletos de varios primates, pero sin otro ánimo que el comparativo, y en 1889 la novela de Mark Twain Un yanqui en la corte del rey Arturo publicó en una de sus ediciones un dibujo de animales gradualmente transformados en humanos, con el tÃtulo “Evoluciónâ€.
En realidad, y aunque El origen del hombre haya perdurado como el libro en el que Darwin estableció el vÃnculo entre humanos y otros primates, su propósito no era aportar una idea ya entonces aceptada por la ciencia. En su lugar, el naturalista analizaba este parentesco evolutivo a través del prisma de la selección sexual, una hipótesis que no habÃa podido desarrollar por completo en El origen de las especies, y según la cual ciertas variaciones no se transmitÃan a la descendencia porque ofrecieran una ventaja de cara a la supervivencia, sino a la reproducción.
El clásico ejemplo darwiniano son las plumas del macho del pavo real, que atraen a las hembras cuanto más grandes y llamativas. En el caso de los humanos, Darwin proponÃa numerosos ejemplos posibles de selección sexual, como la belleza fÃsica, la barba o el escaso vello corporal del hombre en comparación con los monos.
Asimismo, la obra de Darwin indagaba en los aspectos evolutivos de la psicologÃa, la moral, la religión, las etnias o la misma sociedad civilizada, aspectos que otros autores de su época no habÃan tratado. Algunos de sus planteamientos hoy resultan gravemente erróneos, cayendo en el racismo y el machismo, como ya en su dÃa le criticó Antoinette Brown Blackwell, la primera ministra protestante ordenada en EEUU. Pero si hoy son bien conocidos sus errores, lo menos que merecerÃa el venerable naturalista es que también lo fueran sus aciertos.
Fuente: Openmind