(Lunes 21/06/2021).- El dÃa en que Hitler ordenó que las tropas alemanas invadiesen la URSS, en la madrugada del 22 de junio de 1941, hace 80 años, perdió la Segunda Guerra Mundial. La Operación Barbarroja, como se bautizó aquella invasión en homenaje al emperador Federico I, hizo inevitable la derrota del nazismo, aunque también llevó la guerra a un nivel de salvajismo desconocido hasta entonces.
El objetivo del Tercer Reich no era vencer a sus enemigos, sino exterminarlos. Los cuatro años que quedaban de conflicto se encuentran entre los más sangrientos de la historia, no solo en los frentes de batalla, sino también en la retaguardia porque fue entonces cuando comenzó el asesinato sistemático de los judÃos europeos.
En su delirio racial, el dictador nazi Adolf Hitler pensaba que un paÃs que consideraba poblado por Untermenschen (subhumanos) serÃa subyugado en cuestión de semanas, como habÃa ocurrido con Polonia, Francia o los PaÃses Bajos. El dictador soviético Josef Stalin, desconfiado y despiadado asesino de masas, creyó ciegamente –contra informaciones contrastadas de las que disponÃa– que Alemania no romperÃa el pacto de no agresión que habÃa firmado dos años antes.
Su Ejército, diezmado durante las grandes purgas, no estaba en absoluto preparado. El coste en vidas de este error es imposible de medir; pero Hitler no supo calcular ni la inmensidad del espacio soviético, ni su capacidad de producción industrial, ni los cientos de miles de soldados de refresco enviados a combatir desde los confines de la URSS.
Con este acto homenaje, la comunidad internacional también ha reconocido en Moscú el sacrificio de los pueblos de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial. Putin he hecho hincapié en que los "eventos más brutales y decisivos del drama y resultado" de la guerra se desarrollaron en la URSS, recordando las batallas de Moscú y Stalingrado. "Liberando Europa y luchando por BerlÃn, el Ejército Rojo llevó a un final victorioso de la guerra",ha dicho el presidente ruso.
Los tabúes de la Segunda Guerra Mundial
El historiador militar británico Antony Beevor, uno de los grandes expertos en el conflicto, autor de obras como Stalingrado o BerlÃn. La caÃda, responde con un “casi con toda seguridad†cuando es preguntado sobre si la invasión selló la suerte de Alemania. “Ello se debió a que Hitler no aprendió las lecciones no solo de la derrota de Napoleón en 1812, sino sobre todo las de la guerra chino-japonesa desde 1937, a pesar de que Chiang Kai Shek contaba con asesores alemanesâ€, explica Beevor por correo electrónico.
“Si un Ejército defensor, por muy mal armado y entrenado que esté, tiene una enorme masa de tierra a la que retirarse, entonces el atacante, por muy bien entrenado o armado que esté, perderá todas sus ventajas. La única esperanza de victoria de Hitler era convertir la invasión de la Unión Soviética en otra guerra civil levantando un ejército de un millón de ucranios y otros antisoviéticos, como se le instó a hacer, pero se negó a poner a los Untermenschen eslavos en uniformes alemanes por principiosâ€.
El último libro del historiador británico Jonathan Dimbleby, publicado en abril, lo deja claro desde el tÃtulo: Barbarossa. How Hitler lost the war (Barbarroja. Como Hitler perdió la guerra). “La invasión de la Unión Soviética por parte de Hitler fue la mayor, más sangrienta y más bárbara empresa militar de la historiaâ€, escribe Dimbleby. “Cuando sus Ejércitos llegaron a las puertas de Moscú, en menos de seis meses, cualquier perspectiva que Hitler pudiera haber tenido de realizar su delirante visión de un Reich de los Mil Años ya se habÃa desvanecidoâ€.
Todas las cifras que rodean la Operación Barbarroja son espeluznantes: a las 03.15 de la madrugada, hora de BerlÃn, el Ejército alemán abrió un frente de 2.600 kilómetros, con la colaboración de sus aliados italianos y rumanos. Un total de tres millones de militares (148 divisiones, el 80% del Ejército alemán) participaron en una ofensiva apoyada en 600.000 caballos y 600.000 vehÃculos.
“No se debe olvidar que la invasión alemana fue básicamente una operación dependiente de los caballosâ€, explica el historiador estadounidense Peter Fritzsche, profesor emérito de la Universidad de Illinois y autor de obras de referencia como Vida y muerte en el Tercer Reich. Cuando el clima ruso se abatió sobre el Ejército invasor, la dependencia de los caballos se demostró crucial.
El avance fue rápido y despiadado –Beevor cuenta en su libro La Segunda Guerra Mundial que una unidad de caballerÃa se mostraba orgullosa de haber matado a 200 soldados enemigos en combate y a 13.788 civiles en la retaguardia–, pero según avanzaba el verano la resistencia se hacÃa cada vez más intensa en el frente y los ataques guerrilleros se multiplicaban detrás de las lÃneas.
La brutalidad nazi desencadenó una reacción patriótica, pero también una lucha desesperada por sobrevivir. Tres millones de prisioneros de guerra soviéticos murieron en manos de los nazis, de los que dos millones fallecieron en 1941, la mayorÃa de hambre. Ante esa perspectiva, sumada a los comisarios polÃticos omnipresentes en el Ejército rojo, combatir era casi la única forma de tener una oportunidad, por pequeña que fuese, de salir con vida.
En otoño, las lÃneas de abastecimiento alemanas comenzaron a quebrarse con decenas de miles de soldados, sus caballos y sus vehÃculos atrapados en el barro. El general invierno ruso inutilizó una parte del armamento alemán, mientras que los soldados no tenÃan ropa adecuada para temperaturas siberianas: como Hitler pensaba que la ofensiva serÃa cuestión de semanas, no habÃa previsto un equipo especial para el frÃo del que sà disponÃan los soldados soviéticos. El fracaso en la toma de Moscú significó un punto de no retorno en la ofensiva y en la guerra.
Aunque las tropas nazis ya habÃan puesto en marcha unidades dedicadas exclusivamente al asesinato de civiles, con la Operación Barbarroja el exterminio de los judÃos europeos entró en una nueva fase. Peter Fritzsche explica que “el avance de la ofensiva fue inmediatamente acompañado por ataques asesinos contra las comunidades judÃas, incluyendo horribles pogromos que los alemanes trataron de instigar utilizando a la población localâ€.
“Los historiadores no se ponen de acuerdo sobre cuándo se concibió el Holocausto como una solución final que implicaba el asesinato a gran escalaâ€, prosigue Fritzsche. “Posiblemente fue en el verano de 1941, en este espÃritu de euforia desatado por la ofensiva. El 31 de julio de 1941 se difundió la orden explÃcita de destruir las comunidades judÃas, incluyendo a las mujeres y los niñosâ€.
Cuatro unidades de Einsatzgruppen –escuadrones de la muerte– fueron desplegadas detrás de las lÃneas para llevar a cabo estos asesinatos masivos. Sin embargo, existe actualmente un consenso entre los historiadores de la Shoah en que estos asesinatos masivos no hubiesen podido llevarse a caso sin la complicidad activa del Ejército regular alemán y de colaboradores locales.
“La Operación Barbarroja representó un punto de inflexiónâ€, ha escrito Yona Kobo, investigadora del Yad Vashem y comisaria de la exposición virtual The Onset of Mass Murder sobre las vÃctimas civiles de la invasión, que puede verse actualmente en la web del museo del Holocausto de Jerusalén. “Hasta entonces, las medidas antisemitas consistÃan sobre todo en meter a los judÃos en guetos y campos de concentración, pero la invasión trajo consigo el asesinato en masa y luego la deportación a campos de exterminio. Primero asesinaron a los hombres y pronto a todas las mujeres, niños y bebésâ€.
En la Navidad de 1941 un millón de judÃos habÃan sido asesinados, la mayorÃa en la URSS. En 1942 comenzaron a funcionar las cámaras de gas. “Es una grotesca ironÃaâ€, escribe Jonathan Dimbleby, “que el crimen más incalificable del siglo XX fuera el único elemento de la visión apocalÃptica del Führer para el Tercer Reich que, hasta los últimos meses de la guerra, no se vio excesivamente obstaculizado por la derrota en el campo de batallaâ€.
Fuente: El PaÃs