(Viernes 11/09/2020).- El 4 de noviembre de 1922 se realizó uno de los descubrimientos más excepcionales del Antiguo Egipto: debajo de un antiguo asentamiento de viviendas en el Valle de los Reyes, el equipo dirigido por el arqueólogo Howard Carter descubrió la tumba mejor conservada de la que se tenga registro.
Se trataba de Tutankamón, un faraón que gobernó Egipto desde los nueve hasta su prematura muerte a los 18 años de edad, debido a un frágil estado de salud, con distintos males congénitos que entre otras cosas, le impedÃan caminar sin usar un bastón.
Y a pesar de que su legado en vida no fue sobresaliente, la atención mediática que recibió el hallazgo de Carter y las más de 5 mil piezas halladas en la tumba lo convirtieron en el faraón más famoso de la historia.
La expedición encabezada por Howard Carter y financiada por el aristócrata inglés George Carnarvon se popularizó en todo el Reino Unido, en parte gracias al halo de misterio que envolvÃa la cultura egipcia y el auge de tráfico de piezas que surgió un siglo atrás.
La noticia del descubrimiento y la apertura de la tumba de Tutankamón fue cubierta con lujo de detalle por los medios británicos y después de meses de excavar y extraer los tesoros de las antecámaras, la tumba fue abierta finalmente el 17 de febrero de 1923 con la presencia de 58 personas elegidas por la expedición, entre ellos el propio Lord Carnarvon.
Al margen de las miles de piezas encontradas en el ajuar funerario que representaron una tarea titánica de clasificación para el arqueólogo, la prensa comenzó a escribir historias fantásticas que relacionaban el descubrimiento con sucesos sobrenaturales y sobre todo, la famosa idea de que las tumbas faraónicas poseÃan una ‘maldición’ que caerÃa sobre todo aquél que intentara acceder a ellas.
La autora británica y mÃstica Marie Corelli se encargó de que la historia de la ‘maldición’ de Tutankamón cruzara el Atlántico: un mes después de la apertura del sarcófago, la best-seller publicó una carta en el New York World asegurando que poseÃa una antigua inscripción egipcia que confirmaba los castigos que esperaban a quienes profanaran la tumba.
Dos semanas después del artÃculo de Corelli, ocurrió el hecho que sirvió de polvorÃn para que la ‘maldición’ se hiciera conocida en todo el mundo: Lord Carnarvon falleció de una infección en un hotel de El Cairo.
Desde entonces, la sociedad inglesa parecÃa empecinada en creer la existencia de la ‘maldición’ de Tutankamón:
El propio Arthur Conan Doyle se declaró creyente de la ‘maldición’ y esbozó distintas teorÃas para explicar su funcionamiento, desde la idea de que los antiguos egipcios aplicaron intencionalmente un veneno antes de sellar la tumba, hasta que la apertura del sarcófago significaba la liberación de seres fantasmagóricos culpables de los decesos.
La atención mediática se centró en las 58 personas que estaban presentes al momento de abrir el sarcófago. Al deceso de Carnarvon se sumaron las muertes de su hermano Audrey Herbert y de Archibald Douglas Reid (radiólogo que examinó los restos del faraón) el mismo año.
Las coincidencias provocaron todo tipo de especulaciones y datos que incluso llegaron a asegurar que del grupo de 58, al menos 15 personas perdieron la vida en los siguientes cinco años.
Desde entonces, distintas teorÃas han tratado de explicar esta serie de coincidencias desde un punto de vista cientÃfico, hipótesis que analizan los hechos y sugieren que en realidad, la ‘maldición’ no fue más que un cúmulo de acontecimientos sin una conexión particular entre sÃ, empezando por la muerte de Lord Carnarvon.
Aunque en su momento se creyó que el mecenas de la expedición falleció por septicemia sin razón aparente, las investigaciones más recientes apuntan a una serie de hechos causales, que podrÃan explicar su deceso:
Después de 3 mil años sellada, las condiciones al interior de la tumba de Tutankamón favorecieron la reproducción de distintas clases de bacterias y hongos que según una investigación que tomó como ejemplo este caso, pudieron desarrollar una mayor virulencia tras pasar un largo periodo almacenados en el sarcófago.
Y aunque se trata de microorganismos que difÃcilmente podrÃan provocar daño a un sistema inmune en buenas condiciones, los problemas de salud (principalmente respiratorios) de Lord Carnarvon y un accidente automovilÃstico que sufrió años antes apuntan a que en realidad, fue un hongo conocido como Aspergillus el que provocó una infección oportunista en el aristócrata que culminó con su muerte.
Diversos análisis microbiológicos al interior de tumbas egipcias han descubierto variedades de Aspergillus, además de bacterias como estafilococos y sustancias tóxicas como amoniaco, que en altas concentraciones pueden causar graves daños a la salud.
Esta hipótesis podrÃa ayudar a esclarecer la muerte de Lord Carnarvon, mientras que los datos de los medios ingleses sobre el número de fallecidos (que en ocasiones estimaba las vÃctimas de la ‘maldición’ de Tutankamón hasta en 30 personas) resultaron falsos, tras comprobarse años más tarde que sólo fallecieron ocho individuos en un periodo de doce años, mientras que Howard Carter se mantuvo escéptico durante el resto de su vida, que culminó 17 años más tarde a causa de un cáncer.
Fuente: Muy Interesante